miércoles, 8 de junio de 2011

Suspiro

En el eterno silencio yacen sobre una reunión de plumas y seda nuestros cuerpos desnudos, carentes de temor, entre sábanas. La mañana avanza lentamente. A medida que lo hace también lo hacemos nosotros. Comenzamos a conocernos, a probarnos. De a poco el silencio se cubre con susurros, de palabras dichas sutil y suavemente, de latidos que se sienten a distancia, del sonido del amor.


Sólo las sabanas, que de a poco se fueron mojando de pasión, son las que cubren el pudor en nuestro mirar, en nuestro sentir. Ellas, junto al sol que se impone frente a la ventana y atraviesa su luz en las blancas cortinas, son las únicas testigo de lo que sucede en nuestro lecho. 


      Un suspiro, tan sólo un suspiro hizo basta para entender. Se terminó. Abrí mis ojos y ella no estaba.